jueves, 11 de abril de 2013

Elecciones.

Siento el frío por todo mi cuerpo.

No sé dónde ir no qué hacer; sólo sé que mi vida depende de una única cosa: elegir. Pero no lo bueno y lo malo —que son cosas relativas—, si no lo oportuno o lo inoportuno, lo adecuado o lo que no lo es, lo que piensa la gente que es lo correcto y lo que no. Así empieza nuestra vida y así acaba, eligiendo.

Unas opciones son mejores que otras pero, al fin y al cabo, son tus opciones, aquellas que has elegido tú y que, en caso de negligencia, serán tu responsabilidad. Nadie te puede robar el derecho a elegir ni que escoger, sólo tu conciencia. Y es lo justo.

La lluvia me da en la cara y me doy cuenta que me he quedado en medio de la carretera parada, sin saber todavía qué hacer o qué rumbo tomar. Veo que al final de la calzada se aprecian dos faros, o quizás sean sean más, dado que con el agua no se distingue bien. Según se va acercando puedo ver con claridad que son dos faros; los de un coche que va reduciendo la velocidad mientras se acerca cada vez más a mí.

¿Qué hago? ¿Qué elijo? Creo que mi decisión ya está tomada. Así empezará o terminará mi vida: eligiendo lo que yo quisiera. Nadie sabe lo que me deparara pero lo que pase en un presente o en un futuro próximo será gracias a mí decisión. Deseadme suerte.

El coche se para delante de mis pies y se baja una ventañilla.

—¿Te llevo a alguna parte? —me pregunta quien ocupa el asiento del conductor del vehículo. Asiento y espero que mi decisión sea la correcta.

2 comentarios:

  1. Dios, me encanta. Vi tu anterior relato en Wambie y me encantó Y este también.

    Sube pronto que estoy esperando impaciente. Eres muy buena escribiendo :).

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  2. Muchas gracias.

    Me alegra mucho que te haya gustado y gracias de nuevo, tanto por lo ánimos como por leerme y comentar.

    Acabo de subir por lo quieres ver... Espero que te guste tanto a ti como a los demás que me leen.

    Saludos,

    Bea ;).

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